Por Nestor Romero En días pasados estaba pensando sobre ¿cuál pudo haber sido el origen de la profunda tristeza que agobió a nuestro Señor Jesucristo, en el huerto de Getsemaní, en el preámbulo de su crucifixión? ¿Cuál era el contenido de esa copa por la que Él clamaba al Padre que le fuese quitada? Me es difícil pensar que Jesús hubiese temido el llevar sobre sí nuestras enfermedades, nuestros dolores, o aún el pecado de todos nosotros (Isaías 53:4-6), después de todo formaba parte del propósito, que Él tenía claro. No me cabe duda que su profunda tristeza estaba relacionada, con la clara idea de que, por causa del pecado sobre sí, estaría separado del Padre (Isaías 59:2). ¿Tenemos acaso nosotros angustia o si quiera reparo alguno por aquellos “pecadillos” que forman parte de nuestra cotidianeidad, y por lo que ellos representan en nuestra relación con el Padre, y las consecuencias que tienen sobre nuestra propia capacidad de reflejar Su imagen y semejanza?
El engaño frecuente de darle menor importancia a unos pecados sobre otros, máxime si forman parte de nuestro día a día, ha adormilado nuestra conciencia, enceguecido nuestros ojos, taponado nuestros oídos y entenebrecido nuestro entendimiento. Y es así, como la usanza cultural y la costumbre generacional, nos ha llevado a aceptar como normales conductas como la del machismo y matriarcado, magistralmente expuestas por el Pr. José L. González en su libro “Machismo y Matriarcado: Raíces tóxicas de nuestra cultura y su antídoto: ser ‘Transformados por el Pacto’” (disponible en transformadosporelpacto.org/recursos). El movimiento “Transformados por el Pacto” y otras iniciativas, intentan despertar al pueblo de Dios, y buscar intencionalmente la intervención del Espíritu Santo, y la ayuda mutua al interior del matrimonio, para asumir de manera personal, inmediata y completa ante Dios, el Pacto que Él propone, para erradicar de nuestras vidas, de nuestros hogares, de nuestra iglesia, de nuestros gobiernos, de nuestros países y de nuestra cultura, las toxinas que nos han llevado al desamor, a la violencia, al egoísmo, la corrupción, a la despersonalización y las demás formas de distorsión de la imagen de Dios y de la identidad del ser humano. “Transformados por el Pacto” es un proceso continuo de transformación de un individuo que expone su vida voluntariamente a Dios, y que tiene en el caso de los matrimonios, al propio cónyuge como aliado fundamental y herramienta inestimable en las manos del Señor, para restaurar en nosotros, la imagen y semejanza de nuestro Dios. En él desaprendemos las formas tóxicas de amor, de dominio y control, con las que aprendimos a amar no solo al prójimo, sino incluso a Dios, y nos ejercitamos en el verdadero amor hacia nuestros semejantes, empezando por nuestro prójimo más próximo que es nuestro cónyuge, amándolo en la verdadera dimensión del pacto matrimonial que ante Dios hicimos con él o ella, y desarrollando el sentido de amor de Dios, que incluye todas las dimensiones de nuestra humanidad, y que se manifiesta en la obediencia al Pacto que de Él aceptamos, en la sangre del Cordero. Los invitamos a sumarse a este movimiento que persigue la transformación de la iglesia y la sociedad desde la familia y de la sociedad. Los comentarios están cerrados.
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