Por José L. González
Últimamente el Señor me ha mostrado que todos somos fruto de un acto de amor. No podemos asegurar específicamente que la unión del padre y de la madre de cada uno haya sido un acto de amor entre ellos, aunque en la inmensa mayoría de los casos, creo que sí lo es, en cierto modo. Hay muchas excepciones: las aventuras de una noche, las violaciones, el incesto, y la fertilización in vitro, el uso de subrogados (vientres ajenos), y muchas circunstancias imprevistas que producen nuevos seres humanos donde no media necesariamente el amor. Y es posible que muchos de nosotros hayamos sido, para nuestros padres, una "sorpresa" (deseada y anticipada o no), ya que no fuimos intencionalmente concebidos. “El hombre,” como dice el adagio, “propone, pero Dios dispone.” Por José L. González
El Machismo y el Matriarcado no serían posibles si no fuera por la noción nunca declarada pero universalmente asumida de que la mujer debe obedecer al hombre. La subordinación de la mujer al hombre es uno de los problemas más difíciles de corregir, porque es un problema universal. Se debe a la combinación del diseño natural, según el cual Dios coloca al hombre en autoridad, como siervo en jefe de su familia, con el efecto universal del pecado que es el desamor entre el hombre y su prójimo. Esta fatal combinación hace que el ser humano varón se imponga sobre la mujer y cause una desigualdad injusta pero casi universal. Por José L. González
El valor desigual entre el hombre y la mujer, que le asigna al hombre mayor importancia, lo aprenden los bebés observando y absorbiendo los roles tradicionales del varón y de la mujer que modelan sus padres ante ellos en la temprana infancia. Así, esos patrones nos marcan durante el resto de nuestras vidas, y nos llevan a reproducirlos de generación en generación. El ser humano despierta a la vida totalmente dependiente de quienes lo cuidan, y emprende una carrera maravillosa para aprender lo que necesita para vivir en este mundo y en su sociedad. Todo lo que ve, huele, siente, oye y palpa, lo almacena en su cerebro febrilmente activo, y con ello lo absorbe indiscriminadamente, junto con los valores que esas conductas implican. Y como no tiene otra experiencia, lo toma todo como normativo (lo normal), sin poder ejercer un juicio racional ni ético, porque “así es la vida”. Por José L. González
La disciplina es la obediencia voluntaria a las reglas y al régimen que las inculca y refuerza, aplicando consecuencias a la desobediencia. Enseñar a un ser humano a disciplinarse es una importantísima forma de amarlo, y el acatar las reglas de la autoridad, es asimismo una correspondencia a ese amor. El carácter se desarrolla en base a la disciplina. El ser indisciplinado jamás podrá alcanzar el potencial que Dios le dio, porque su desobediencia asegurará que deshaga con una mano lo que ha construido con la otra. Por José L. González
Como Dios es Trino, un solo Dios en Tres Personas, su Pacto nos imparte la gracia distintiva de cada una. Al iniciar su relación con nosotros, el Padre envía a su Hijo para redimirnos de la muerte eterna.
Dios creó a la mujer igual al hombre: ambos igualmente creados “a imagen y semejanza de Dios”3/2/2023
Por José L. González
Dios creó a la mujer igual al hombre: ambos igualmente creados “a imagen y semejanza de Dios.” No los creó al mismo tiempo, ya que primero tuvo que preparar al hombre para su papel de liderazgo. Tampoco los hizo idénticos, ya que cada cual tiene un llamado diferente y complementario. Pero la diferencia entre ellos no los hace desiguales en esencia, en valor o en autoridad. Ambos están llamados a presidir juntos sobre la creación natural ejerciendo dominio a nombre de Dios para Su gloria. A ambos les dio el llamado de crecer y multiplicarse, algo que ninguno de ellos puede lograr hacer por sí solo: el hombre y la mujer son interdependientes y complementarios. |