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Es en el hogar en donde se aprenden conductas tóxicas

10/2/2023

 
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Por José L. González 
 
El valor desigual entre el hombre y la mujer, que le asigna al hombre mayor importancia, lo aprenden los bebés observando y absorbiendo los roles tradicionales del varón y de la mujer que modelan sus padres ante ellos en la temprana infancia.  Así, esos patrones nos marcan durante el resto de nuestras vidas, y nos llevan a reproducirlos de generación en generación.   
 
El ser humano despierta a la vida totalmente dependiente de quienes lo cuidan, y emprende una carrera maravillosa para aprender lo que necesita para vivir en este mundo y en su sociedad.  Todo lo que ve, huele, siente, oye y palpa, lo almacena en su cerebro febrilmente activo, y con ello lo absorbe indiscriminadamente, junto con los valores que esas conductas implican. Y como no tiene otra experiencia, lo toma todo como normativo (lo normal), sin poder ejercer un juicio racional ni ético, porque “así es la vida”.  ​
En el trato que observa en la intimidad privada de su hogar, todo bebé aprende desde sus primeros meses una terrible mentira: que hay dos clases de seres humanos, unos superiores y otros inferiores.  Que los superiores son hombres y viven bajo reglas diferentes, porque pueden hacer prácticamente lo que quieran.  Las inferiores son mujeres, que tienen que cumplir demandas ajenas y someterse, voluntariamente o a regañadientes a las imposiciones de sus maridos. Todos los bebés, varones y mujeres aprenden esa misma lección en el momento más vulnerable de su vida, cuando todo lo que observan resulta ser “normativo”, normal, aceptado por todas sus figuras de autoridad, y por tanto concluye que “así es la vida.” 
 
Es en el hogar en donde se aprende el doble estándar de moral y de justicia, que el que detenta la autoridad la abusa para su propio beneficio, y el que no la detenta la socava, soborna, evita o simplemente finge acatarla. La corrupción se aprende en el hogar, al contemplar en los primeros años la conducta íntima de nuestros mayores.  Allí se aprende la desigualdad social, el reino del egoísmo y de la carne, la hipocresía latente en la diferencia entre los valores que se enseñan y los que se viven, la conducta pública y la privada, la moralidad para unos vs. el desenfreno para otros.    
 
Es necesario restaurar en nuestros hogares la verdad y el diseño que el Señor planteó para la familia. ​

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